La voz vivaz en el teléfono invitan a conocer a la chef Patricia Miranda Allen y a su cocina en el restaurante Cerro Brujo Gourmet, en Volcán, Chiriquí.
La reservación estaba hecha para una mesa pequeña y para el encuentro con la chef que vivió una temporada en Jamaica y dejó el bullicio de la capital de Panamá, por la tranquilidad del pueblo de su madre en Chiriquí, en las faldas del Volcán Barú.
En marzo 2012, Miranda Allen ganó el premio internacional Gourmand por Mejor Traducción, que recibió en París por su libro Ñukwä Ja Tare Tikwe (Fogón de mis amores), un recetario con la misión de enriquecer nutricionalmente la cocina de las mujeres ngäbes (indígenas que habitan Chiriquí, Bocas del Toro y Veraguas), y que fue traducido al idioma ngabere.
Los letreros del colibrí, que es el logo del restaurante, guían el camino desde la vía principal de Volcán hasta la callecilla que lleva a la puerta del hogar culinario de Patricia.
El restaurante parece no tener ni puertas ni ventanas pues todas están abiertas de par en par hacia la naturaleza que la rodea, dando la sensación de que se está al aire libre. La decoración, de grandes fotografías y colores vivos, logra un ambiente único que combina el arte que generalmente acompaña la cocina de autor, con la sencillez de una casa de campo, de manera que encaja perfectamente con el escenario de Volcán, un destino de caminatas, flores y montañas. La calidez se completa con la sonrisa de Patricia enmarcada por su melena rizada.
La mesa esperaba cerca de la puerta y enseguida llegó el mesero con el tablero de tiza que exhibía el menú del día. Los platillos se centran en los productos del área, encontrará desde trucha hasta cordero, y no solo sus sabores le impactarán gratamente sino también sus texturas. Todo preparado a pocos pasos de su silla, con hierbas aromáticas del patio del restaurante, mientras Patricia se pasea, de cuando en cuando, entre las mesas, conversando con los comensales.
Apague el motor de su auto en Cerro Brujo solo si está dispuesto a dejarse abrazar por el relax de las montañas, beber sin apuro una copa de vino o una taza de café mirando al Volcán Barú. Puede que llegue a almorzar y decida quedarse hasta el atardecer.
Es un delicioso lugar romántico y familiar a la vez. Los niños pueden cruzar el puentecito de tablones en el patio para alimentar a los corderos del vecino, que los cría como mascotas, no para comerlos.
Si está en Volcán, siga el colibrí y sumérjase en la naturaleza y en esta gastronomía única.
Recomendación: El horario del restaurante varía según la temporada, por lo cual recomendamos llamar de antemano para reservar. Teléfono 507-6669-9196.